Desde enana, he sido fiel a mi instinto, y hasta hoy, puedo decir que no me ha decepcionado nunca, somos como una pareja de enamorados, fieles, y cegados ante lo que nos digan, confío demasiado en el, nadie, nunca, ha logrado impedir que todo lo que me dice, suceda.
Mi vida se hizo eterna desde el día en que comencé a ver a mi abuelo mientras dormía. A ver la verdad de la gente y la locura en colores vivos de pinceladas sin fin, junto a pensamientos que jamás entenderé.
En lugar de jugar con muñecas, lo hacía con los sueños de la gente. Nuestra mente tiene facultades ocultas, y sin saberlo, podemos hacer mucho daño, pero del mismo modo, podemos ayudar a no hacerlo, y a que los demás comprendan que no está bien lo que hacen.
Mi modo de jugar, resultó nefasto, y a la vez estúpido, porque nunca supe controlarlo, ni siquiera sabía que tenía ahí, mi pequeña burbuja de energía oculta para hacer bien a los demás.
Siempre jugué con el odio, con lo cual, siempre me he perjudicado, sin quererlo ni evitarlo.
Y ahora, pongo en duda, si he tenido que ver o no, con la relación en pareja que sufrieron mis padres y que tanto tarde en entender.
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